A mi blog se le fue el fondo! Cuando me haga un tiempito lo arreglo...

Lanzamiento El Opinatario

¿Les dije que soy contradictorio? Bueno, les dije que soy extremo, ¿no?...

Hace apenas días les decía que 3 blogs serían demasiado, que no podría mantenerlos, etc., etc., etc...

Bueno, resulta que tengo mucho material para publicar que no tiene relación directa con mis blogs actuales, y tenía ganas de compartirlos. Se trata de textos de opinión, en su mayoría. Con ese motivo, y con ganas de abrir un espacio para el debate, el aporte, y la libre expresión, acabo de inaugurar mi nuevo blog El Opinatario.

¿Por qué ese nombre? Bueno, algunos pueden decir que soy un otario que opina. Otros, que me gusta escuchar opiniones ajenas. Otros, que prefiero opinar yo. Les confieso algo: las tres cosas son ciertas.

Así que si tienen ganas de leer y escribir sobre temas profundos, y también sobre cosas más triviales, ddense una vuelta por El Opinatario y dejen su semilla.

Nos vemos

Ya no quiero ser tu superman

Largas páginas he recorrido en el libro de mi vida hasta llegar aquí, y me he dado cuenta de que mis historias amorosas siempre incluyeron un héroe. Cuando adolescente, buscaba refugiarme en los brazos de otro más experto, más maduro, más completo, como si algo de todo eso pudiera pegárseme por ósmosis. Me sentía Luisa Lane, Dorothy del Mago de Oz, Aladino, Robin. Siempre intentando que alguien me diera algo de cariño y un poco de esa seguridad que tanto me faltaba.

Tiempo después, decidí emprender mis propias aventuras y me creí invencible. Resuelto, con las cosas en orden, con el closet bien abierto y la sonrisa en la cara. Divertido, hiperkinético, emprendedor, trabajador, estudioso, buen amante y compañero. Así, mis eventuales compañeros amorosos e incluso mis novios resultaron ser los rescatados. Yo era el superhombre, que en cada paso dejaba una huella de sabiduría y experiencia. Cuánta estupidez…

El tiempo pasó. Hoy sólo soy un simple mortal. Un hombre con cara de duende que juega y se juega. Soy aprendiz de todo y maestro de nada. Tengo algo menos de energía y algo más de ganas, y no quiero dar lecciones a nadie. Mi vida es un eterno aprendizaje, y en este camino he descubierto que quien cree que todo lo sabe se encuentra más cerca del arpa que de la guitarra.

Me cansé de emprender relaciones con chicos que no saben quiénes son ni lo que quieren, y que me miran fascinados pero no confían en sí mismos lo suficiente como para dar un paso más. Me harté también de aquellos que quieren ser admirados por vida y obra y no pueden ver más allá de sus narices. Y por sobre todas las cosas, me agobia la sola idea de ocupar alguno de esos roles.

Tengo ganas de seguir andando hacia adelante, con el norte más o menos claro, en compañía de gente que amo y me ama, haciendo cosas que me llenan el alma. Tengo ganas de encontrar, en ese tránsito, los ojos de otro que con la misma sensación de paz e incompletud brillen al ver los míos. Tengo ganas de tocar la piel de alguien que hierva por quien soy y no por quien digo ser. Tengo ganas de que las lágrimas broten de mis ojos mientras una sonrisa asalta mi boca. Tengo ganas de amor. Tengo ganas de amar. Tengo ganas de revolcarme, de jugar, de pensar, de hacer todo y no hacer nada. De mirar el techo acompañado y dibujar figuras con las sombras. De enjabonar una espalda que no me dé la espalda. De besar labios que digan lo que sienten y que no digan lo que no. De crecer de a uno y de a dos a la vez. De usar todos mis juegos de dos tazas para el desayuno. De dormir en mi cama grande sin que sobre espacio. De preparar cena para dos y que se me quemen las papas. De irme con alguien de vacaciones al fin del mundo a acá a la vuelta. De no saber de quién es el calzoncillo. De intercambiar masajes. De ver quién se levanta a preparar el mate.

Tengo ganas de que se me alborote la sangre y se me agite el pecho. De que el estómago me cruja. Que las manos me suden. Que las piernas me tiemblen. Que el cuerpo no me baste. Que las ideas se me escapen. Tengo ganas de extrañar y de que me extrañen. De soñar y que me sueñen. De que el tiempo no alcance. Que los rincones sean lugares. Que las ropas huelguen. Que me vean desnudo aún vestido. Que me sean transparentes.

Tengo ganas de vos, que en algún lado estás, que no sabés que estoy.

No te busco, quiero encontrarte.

Porque tengo ganas de volar. Pero esta vez sin capa. Y con los pies sobre la tierra.

¿Volás conmigo?

¿Lobo está?

Bueeeenas... permiiiiso...

A quienes me siguen y no me alcanzan, a quienes me buscan y no me encuentran...

Estuve algo alejado con motivo de algunas nanas que afortunadamente ya pasaron. Eso, sumado a la facu, el trabajo, la casa, el gato, los amigos, la familia, etc. etc. etc...

En realidad estuve escribiendo mucho para la facu, pero como eran demasiado off-topic para acá decidí guardármelos. Si no, hubiera tenido que abrir un tercer blog y ya era mucho para dejar abandonado, no?

Quiero pedir disculpas por mi ausencia y dar las gracias por las presencias de quienes me escribieron para ver si estaba vivo. Sobre todo a faBio, el más presente y querido de mis lectores, que desde su blog ha premiado a los míos, invitando a que los lean. Para sorpresa de muchos, los tan premiados blogs estaba en coma...

En fin, aquí estoy, con muchas ganas de postear en el poco tiempo que mi vida me deja... Y como el primer post tiene mucho que ver conmigo, y con mis intensidades, voy a hacer doblete y lo voy a poner en mis dos blogs, je ;)

Espero que les guste

Novia con bigotes, se busca

Hoy me asaltó un recuerdo y quiero compartirlo.

Año 1982. Jardín de infantes “Campanitas”, del barrio de Liniers. Maestras, entre las cuales recuerdo a la señorita María del Carmen, a quien para hacer rabiar le decíamos María del Carne. Compañeros, entre los cuales recuerdo a mi amiguísimo Julián. Y aunque usted no lo crea… una novia.

Se llamaba Celeste. Su nombre era el resultado de una lista familiar con colores pendientes: su madre se llamaba Violeta, su Abuela era Blanca, su hermana se llamaba Azul. Será por eso que eligió un novio rosa…

Celeste era una nena regordeta y bastante revoltosa. Subía a la trepadora con más facilidad que yo, y jugaba a la pelota conmigo. Recuerdo cómo nos revolcábamos por la arena y cómo con mis manos delicadas le enseñaba a armar figuras con los bloques de madera.

Su delantal siempre tenía más agujeros que el mío, y más manchas también. Tomaba la leche con rapidez y desenfado, manchando toda su cara. Mientras tanto, yo, detrás de mi vaso rojo con forma de bota tejana, la miraba con admiración, sumido en mis breves sorbos.

Esta imagen, esta escena casi romántica, me lleva a un hallazgo, algo perdido durante mucho tiempo en el arcón de la memoria. Como si le faltara algo para poder terminar de definirla como un absoluto chongo, Celeste tenía algo que a mí cuerpo tardaría doce años más en aparecerle: bigotes.

No, no hablo de la huella que la merienda deja sobre la boca. Hablo de bigotes, con todas las letras. Sí, era de esas nenas que son muy velludas. Quién sabe si comería puros alimentos yang, o si tenía un desbarajuste hormonal, o qué… La cuestión es que mi novia, mi primera novia, tenía bigotes.

Toda una revelación. Es increíble cómo desde pequeños vamos forjando una imagen del candidato perfecto, ese objeto de deseo que perseguiremos a lo largo de la vida cambiándole la cara cada tanto.

Los amores cambian, evolucionan, pero a menudo podemos ver, si nos detenemos a observar a la distancia, cómo presentan similitudes. Con más o menos cosas resueltas, con más o menos conciencia sobre su propio ser, nuestros amores suelen compartir cosas en esencia, aunque no nos guste reconocerlo.

Hoy me siguen gustando aquellos que tienen barba y bigotes. Hoy me siguen llamando la atención aquellos que saben jugar y crear poniendo el cuerpo sin temores. Hoy, mi novia con bigotes forma parte de mi recuerdo y de mi presente, de esos hombres comunes y corrientes que tras mi propia barba desprolija miro fascinado.

Vertical

El más pistola. El más poronga. El más banana. El más pija.

Todas estas son frases de una sociedad tetosteronizante, en la cual cuanto más macho sos, más “piola” y con más autoridad moral y política. Porque los verdaderos hombres ponen los huevos sobre la mesa.

Las pelotas. Las bolas. Los cojones. Los culeones. Los testículos.

El falo. El miembro. El pene. El pito. El pirulín. La pichona. El sable. El palo. La verga. La anaconda. El rabo. La tararira. El pingo. El nabo. La picha. El pomo.

Algo tan importante en nuestra sociedad que se le han dado tantos nombres como contextos ameriten su referencia. Porque es omnipresente. Porque está hasta donde no debe.

Cuando se habla de pecados se lo incluye. Cuando se habla de santidad se lo excluye.

Hasta cuando se habla de lesbianas lo ponen en el medio. Hablan de su falta. De su necesidad (¿?)

Una travesti debe ocultarlo pero tenerlo. Un hombre debe usarlo. Si no penetra, no hubo sexo.

Un varón gay debe definirse sí o sí como activo o pasivo. Estúpido pero real.

Si una mujer está nerviosa es porque “le falta una buena pija”. Si un tipo está de mal humor es porque “hace rato que no la pone”.

Cuando se habla de cultura se habla de “penetración”. Cuando alguien demuestra lo que sabe hace una “ponencia”. Cuando un verdadero hombre no está de acuerdo con el jefe o el gobierno que “se la puso” con el último convenio, debe hacer un “paro”. Las construcciones se “erigen”. Y la lista continúa…

Desde el hombre que espía el tamaño de quien está en el mingitorio de al lado, hasta la madre que busca en la ecografía ESO que marca la diferencia. Desde el adolescente que se mira al espejo mientras se masturba, hasta el anciano que compra pastillas para sostener la única parte de su cuerpo que necesita funcional para ser digno.

Estamos literalmente “atravesados” por un gran pene. Si alguna vez lo representaran en el cine, la gran teta de Woody Allen pediría indemnización por daño moral.

Por un mundo menos vertical…

Sáquennosla que nos duele.

El hombre menos pensado

Era tarde. Muy tarde. Abandoné la cama y con pereza salí a su encuentro.

Cuando abrí la puerta su figura se me antojó extraña, desemejante. Lo había deseado. Lo había pensado. Lo había previsto.

Sin embargo, al cerrar la puerta para internarme junto al recién llegado en la soledad de mi casa, la sensación era que aquél que yo imaginaba seguía aún del otro lado de las paredes. Cuántas veces me pasó...

Hasta que me besó.

Tenía el cuerpo de otro. Las manos. Los huesos. La lengua. Los ojos. Sabía diferente. Olía diferente. Hablaba diferente. Temblaba diferente.

Pero besaba igual.

En ese instante, mi galán de sueños y novelas se esfumó para siempre. Herido en su orgullo partió cabizbajo hacia las fantasías de otro que lo esperara con el ramo en la mano. En su sitio quedó éste, tan terrenal, tan REAL, tan deseoso de que otro fuera su hidalgo caballero.

Casi podía leerse en nuestras miradas una suerte de decepción, mezclada con una excitación intensa, criada y añejada para estrenarse esa noche, aunque con otros que ahí no estaban. Y en esa mezcla rara, el humor de nuestros ojos revelaba algo tan curioso como incitante. Nos gustábamos.

No éramos aquellos, éramos éstos. Y poco tiempo pasó antes de que nos convirtiéramos en “nosotros”.

Como el agua que llena un cuenco hasta su borde más exacto. Como ese cuenco que la contiene en su totalidad. Así encajábamos en nuestra particular desemejanza.

No nos soñamos distintos. Soñamos a otros, tan seductores como ideales. Y cuando el sueño pareció cumplirse, se tornó una extravagante realidad, maravillosamente superior.

Escenas escritas de antemano para otros protagonistas se desvanecieron para darle paso a otras más genuinas, improvisadas, desprolijas, hermosas. Momentos de incertidumbre, de pasión, de diversión, de realidad, de completud. Recuerdos más perdurables.

Aquel perfume perfecto, encerrado en el frasco que se agota en si mismo, fue suplido por la fragancia verdadera, natural, esa que cuando se conoce permanece y no se olvida.

¿Quién se conforma con una plaza después de andar el bosque?.

Original, como el pecado. Ese sello que nos unta la carne desde el nacimiento hasta la muerte.

Tontos, lelos, distraídos, desenfocados, confundidos el uno con el otro. Hasta el hartazgo. Así anduvimos un tiempo, entremezclados, sorprendidos cada día de ser uno para el otro la pieza que faltaba en su propio rompecabezas.

Hasta que un día abrimos la ventana, y el viento, guerrero y renovador, voló todas las fichas. La imagen perfecta jamás soñada se deshizo en el aire sin dejar rastro. Un tornado implacable secó de pronto el amor en el que estábamos empapados.

Tan secos quedamos que ni las lágrimas acudieron a nuestra despedida.

Otros cantares, otros andares, otros sudores, otros hedores. Otros.

Hubo nuevas versiones reducidas de aquellos cuadros que nuestras piezas formaban juntas. Las disfrutamos. Probamos otras carnes, otros manjares, otros jugos.

Pero no pudimos volver a empaparnos.

Imitaciones disecadas. Peinados rígidamente perfectos, pero sin movimiento.

Deshidratados pero felices. Así nos quedamos, haciendo estatuas con arena seca. Formas incompletas, volátiles, desnudas de todo sostén. Ni siquiera un desafío.

Pero nos gustan los desafíos.

Y como los rompecabezas están hechos para jugar, barajamos las fichas y dimos de nuevo. Hoy las fichas son más grandes, más elaboradas, más complejas. Y como en un puzzle sin guía ni modelo finalizado, estamos pensando que el resultado será tal o cual cosa, sin sospechar que cuando por fin acabemos por unir nuestras piezas, lo que encontraremos será tan completo como impensado.

escrito por Dani el 05/03/2008 a las 1:15 AM

Soy un CHANTA

Este post va dedicado, como en la tele, "a todos los que me conocen". Y a los que no.

Hace meses inauguré este espacio, escribí un par de textos y ahí quedó todo. No más actualizaciones, no más textos nuevos, no más respuestas a los comentarios (perdón).

Para mí la escritura es una pasión, y con el tiempo he descubierto (pobre ingenuo sabelotodo) que la pasión no es algo permanente, salvo para los fanáticos. A ellos, mi respetuoso desacuerdo.

Así que como "pasiones son amores" y el amor es algo que uno hace de vez en cuando pero dura toda la vida, acá estoy divagando de nuevo.

Chanta!

Eso mismo dijeron algunos amigos de la casa. Y como hoy decidí volver a escribir, se me ocurrió que lo mejor era demostrarles que (no) estaban equivocados... Y para variar, vuelvo con definiciones.

Según la Wikipedia:

El verbo chantar tiene varios significados, algunos de ellos derivados del gallego; fuera de Argentina significa ‘clavar’ y por metáfora: ‘vestir’, ‘poner’; esta segunda acepción se relaciona etimológicamente con el significado de ‘arrojar’, ‘decir algo agraviante directamente —en el rostro— al agraviado’ (Ejemplo: «Se lo chantó en la jeta»).
Otro significado es ‘dejar esperando a alguien’, ‘no acudir a una cita’ (sinónimo: «clavar», «dejar plantado»). Sin embargo la palabra "chanta" deriva de la del dialecto campanio cianta-puffi (‘clava-clavos’).

Sí, los dejé clavados... Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa...

De este modo se llamaba a los que hacían trabajos improvisados o mal concretados; por extensión, en Argentina la palabra chanta ha venido a significar alguien que no es de fiar, que carece de palabra creíble, que es poco o nada responsable o que no se compromete e incluso al que finge verosímilmente cualidades positivas de las que carece.

Este blog (no) es ejemplo de eso...

Surgido el vocablo "chanta" en un contexto histórico muy próximo al de la picaresca, durante el s. XX «el chanta» ha pasado a ser un modo de ser que ha caracterizado a gran parte de la población argentina y entre esta población ha llegado a tener cierta simpatía y connotaciones de picardía o viveza.

Mi mámele miente! no soy único entonces?

Más cerradamente, en el lenguaje tumbero o púa (es decir la jerga carcelaria o incluso de «la pesada») "chanta" alude al gil, al abúlico, al que voluntariamente se ha contagiado una enfermedad para así eludirse («se dio la chanta»), al parecer este significado surgió entre los confinados en la antigua «peni» (penitenciaría) de Ushuaia en donde la vida del penado era tan difícil que varios preferían contagiarse de tbc tragando los esputos de enfermos para así, en lo posible, ser sacados de tal cárcel aun sabiendo la casi segura muerte por la enfermedad. «Tirarse a chanta»: ‘dejarse estar, abandonar las obligaciones’.

Sin palabras... ahora entiendo porque además de chanta decían de mí eso de "es puto, es puto"


Bueno, fuera de esta torpe y corta (en el sentido de vuelo literario) presentación bis, quiero contarles que como por amor escribo y no me atormenta ningún amor por estos días, decidí empezar posteando algunos textos que escribí oportunamente a mis amores pasados.

Con el perdón de mis amigos Chris y Pao, que de textos saben mucho, los invito a que los lean, y si tienen ganas, critiquen, opinen, etc... es decir, que compren los clavos que este chanta viene a colocar sin oficio en su blog.

Les chanto mis saludos y un beso en la jeta
Dani

GENIAL

GENIAL
sin palabras