A mi blog se le fue el fondo! Cuando me haga un tiempito lo arreglo...

Novia con bigotes, se busca

Hoy me asaltó un recuerdo y quiero compartirlo.

Año 1982. Jardín de infantes “Campanitas”, del barrio de Liniers. Maestras, entre las cuales recuerdo a la señorita María del Carmen, a quien para hacer rabiar le decíamos María del Carne. Compañeros, entre los cuales recuerdo a mi amiguísimo Julián. Y aunque usted no lo crea… una novia.

Se llamaba Celeste. Su nombre era el resultado de una lista familiar con colores pendientes: su madre se llamaba Violeta, su Abuela era Blanca, su hermana se llamaba Azul. Será por eso que eligió un novio rosa…

Celeste era una nena regordeta y bastante revoltosa. Subía a la trepadora con más facilidad que yo, y jugaba a la pelota conmigo. Recuerdo cómo nos revolcábamos por la arena y cómo con mis manos delicadas le enseñaba a armar figuras con los bloques de madera.

Su delantal siempre tenía más agujeros que el mío, y más manchas también. Tomaba la leche con rapidez y desenfado, manchando toda su cara. Mientras tanto, yo, detrás de mi vaso rojo con forma de bota tejana, la miraba con admiración, sumido en mis breves sorbos.

Esta imagen, esta escena casi romántica, me lleva a un hallazgo, algo perdido durante mucho tiempo en el arcón de la memoria. Como si le faltara algo para poder terminar de definirla como un absoluto chongo, Celeste tenía algo que a mí cuerpo tardaría doce años más en aparecerle: bigotes.

No, no hablo de la huella que la merienda deja sobre la boca. Hablo de bigotes, con todas las letras. Sí, era de esas nenas que son muy velludas. Quién sabe si comería puros alimentos yang, o si tenía un desbarajuste hormonal, o qué… La cuestión es que mi novia, mi primera novia, tenía bigotes.

Toda una revelación. Es increíble cómo desde pequeños vamos forjando una imagen del candidato perfecto, ese objeto de deseo que perseguiremos a lo largo de la vida cambiándole la cara cada tanto.

Los amores cambian, evolucionan, pero a menudo podemos ver, si nos detenemos a observar a la distancia, cómo presentan similitudes. Con más o menos cosas resueltas, con más o menos conciencia sobre su propio ser, nuestros amores suelen compartir cosas en esencia, aunque no nos guste reconocerlo.

Hoy me siguen gustando aquellos que tienen barba y bigotes. Hoy me siguen llamando la atención aquellos que saben jugar y crear poniendo el cuerpo sin temores. Hoy, mi novia con bigotes forma parte de mi recuerdo y de mi presente, de esos hombres comunes y corrientes que tras mi propia barba desprolija miro fascinado.

GENIAL

GENIAL
sin palabras